23 de mayo de 2007

LAST DAY

Aquél día llegó temprano, con tiempo para tomarse un camecafé con su compañera de fatigas en los últimos tiempos. Charlaron animadamente, sobre todo de sus planes de vacaciones, y luego se dirigieron cada una a su clase y una vez allí, a su pupitre.

Elba seguía las mismas rutinas desde hace muchos años. Abría la cajonera de la izquierda y sacaba su agenda, sus cuadernillos desgastados y llenos de garabatos, su lápiz, su bolígrafo azul y un rotulador grueso. Sobre la mesa descansaban varias carpetas y de la mochila extraía un botellín de agua y una manzana.

Las mañanas transcurrían de manera muy semejante, practicamente iguales. Clase, descanso. Clase, descanso. Descanso más largo. Clase, descanso y fini.

Pero ese día ya no era como el resto. Era su último día en este colegio. Y de allí pasaría a otro, y a otro... y quién sabe a cuantos más. En el fondo todos eran lo mismo.

Y cuando terminó, Elba recogió sus enseres personales -como había visto hacer en tantas películas-, en una caja de cartón marrón. Y cerró la cajonera, dejándola vacía para el nuevo escolar que allí se asentaría seguramente el próximo curso. Y no quiso despedirse de nadie, ni mirar atrás, huyendo del jolgorio de abrazos, besos y otras muestras efusivas que el resto de compañeros intercambiaba a sus espaldas.

Cuando la puerta se cerró tras de sí, el viento fresco le abofeteó dulcemente el rostro. Cerró los ojos, suspiró y se sintió inmensamente libre.






Tijuana in Green

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